jueves, 19 de julio de 2012

El manifiesto

Por el año 2002 de nuestra era (hace ná, como quien dice), se reunieron 197 intelectuales de alto nivel (el más bajo 1,75 cm.) para firmar el manifiesto de su última manifestación que llamaron por unanimidad: “Manifiesto unánime”, ya que todos se manifestaron en contra.

Como cabía esperar, entre los firmantes no faltó el disidente intelectual Aporhilo, galardonado con el Premio Noble de la Paz o Qué. Se lamentó y excusó, a través de su representante chino To Liao, por no estar presente el día de la entrega de tan reconocido galardón, ya que se encontraba como turista “non grato” en la guerra de Iranynovolverán.

Fue allí, entre líneas de retaguardia, donde pudo ver con sus propios dos ojos (la verdad es que con el de cristal no vio nada), así como reconocer tristemente, pues faltaba la alegría de la huerta, que no había libertad de reunión, ya que mientras unos pretendían acercarse cordialmente con la noble intención de matar por la patria (sin acritud) o lo que es lo mismo: para darles matarile, los otros se alejaban de muy mala gana (a regaña balas) y/o viceversa.

En este escenario cinegético, un guerrillero camuflado en un burka (verde camuflaje) le preguntó la hora del día anterior (el tradicional santo y seña), pero como ni lo sabía, ni hablaba el beréber, ni pudo explicar por señas que no fumaba y que era sólo un malogrado hombre del tiempo que paseaba por allí  (casualmente con nubes de evolución), le metieron en la carcel, le torturaron y como Alá manda, le dieron hasta en el cielo de la boca (verbigracia: paladar). Pese a las torturas nunca llegó a perder la razón ya que no la llevaba encima, pues le había desaparecido misteriosamente en el armario cerrado, a cal y canto, de su casa unifamiliar (sólo entraba él).

En espera de juicio (5 años y un día largo) le hicieron el típico lavado de celebro y axilas (sin permanente). Ya cuando por fin le iban a juzgar, aprovechando que el tribunal popular se fue a desayunar en un receso previo, él haciéndose el tonto (lo que logró sin esfuerzo) aprovecho también la gastronómica ocasión para salir a picotear algo y aún le están esperando, pues dejó una nota en sánscrito que decía: “esperadme en cuclillas que al ratito vuelvo”.

A su regreso patrio (en una patriera), aunque ello le resultase muy duro, hizo saber a occidente a través de un artículo publicado en el diario “Ándaya”, la grave vulneración del precitado derecho esencial a la libertad de reunión de todo ciudadano, aunque viva en la ciudad y sea calvo. Según consta, todo ello y mucho más, en los anales (sí, he dicho anales) de la Historia.



P.D. Actualmente cohabita autoexiliado en Cogolludo de Narices (París le venía grande), ensayando su fascinante libro de ensayos sobre la misteriosa desaparición de la razón perdida.